Cultura

25 octubre, 2020

Alfonsina Storni: la loba feminista

Un 25 de octubre de 1938 se internaba en las costas de Mar del Plata la poeta argentina Alfonsina Storni, con un suicidio al estilo del romanticismo literario del siglo XIX. Sin embargo, no es este épico final lo que despierta mayor interés, sino toda su obra que aún la mantiene en un lugar destacado de la poesía argentina y latinoamericana.

Nacida en Suiza, maestra, actriz, periodista, Alfonsina Storni se radicó desde temprano en la ciudad de Rosario. Estudió para ser maestra rural en la Escuela Normal Mixta de Coronda, pasando antes por trabajos de costurera y obrera. Desde entonces, comenzaba a entretejer sus sueños de ser actriz y sus primeros versos a escondidas. “A los doce años escribo mi primer verso. Es de noche; mis familiares ausentes. Hablo en él de cementerios, de mi muerte (..) Desde entonces, los bolsillos de mis delantales, los corpiños de mis enaguas, están llenos de papeluchos borroneados que se me van muriendo como migas de pan”, relataba en una de sus cartas.

Su paso por el mundo no será de ningún modo ajeno a lo que ocurre en la sociedad que habita. Storni desde temprano pudo vislumbrar que sería muy difícil su paso por un mundo machista y patriarcal. Con su puño y su ojo afilado, supo hacerle frente a los prejuicios pacatos de su tiempo siendo madre soltera apenas a los 20 años. Su puesto de lucha fueron esas letras que supieron hablar del amor, de las dificultades de su tiempo, del abandono, de los mandatos sociales, de la naturaleza, del mar y  la muerte.

Su primer libro se publica en 1916. Titulado La Inquietud del Rosal, recoge muchos elementos del modernismo fundado con el nicaragüense Rubén Darío. Ella misma lo describe como “sobrecargado de mieles románticas”. Ese libro sin embargo le costará su puesto de trabajo en una oficina por su “gran tono escandaloso”. Allí se encuentra el poema “La loba”, uno de sus primeros manifiestos más aguerridos:

“Yo soy como la loba. Ando sola y me río
Del rebaño. El sustento me lo gano y es mío
Donde quiera que sea, que yo tengo una mano
Que sabe trabajar y un cerebro que es sano.

La que pueda seguirme que se venga conmigo.
Pero yo estoy de pie, de frente al enemigo,
La vida, y no temo su arrebato fatal
Porque tengo en la mano siempre pronto un puñal.” (Fragmento)

Su carrera continuó y así fueron publicados El dulce daño en 1918, Irremediablemente, un año más tarde, algunos escritos en prosa, columnas en revistas y diarios y obras de teatro. “Fue camarada honesta de nuestras tertulias y, poco a poco, insensiblemente, fue creciendo la estimación intelectual que teníamos por ella” confesó una vez Roberto Giusti, escritor que frecuentaba el mundillo literario porteño de aquel entonces.

Alfonsina Storni, supo hacerse un lugar en aquel ámbito de intelectuales de renombre, supo caminar las baldosas porteñas y hasta cantarse unos tangos en el Café Tortoni. Compartió la vida artística y literaria junto al pintor Emilio Centurión en el grupo Anaconda, el escritor Horacio Quiroga  y el poeta Baldomero Fernández Moreno. Junto a Gabriela Mistral y Juana de Ibarbourou se convirtieron en la tríada de la poesía femenina de Latinoamérica en las primeras décadas del siglo XX.

Su oficio de periodista lo llevó adelante en La Nota, La Nación y en Caras y Caretas. Es esta faceta de la que poco se habla, porque desde allí pudo describir certeramente la situación de las mujeres de su época, criticó la división desigual del trabajo, y hasta apuntó comentarios sobre el derecho al voto, la familia y la vida conyugal. “Concibo el matrimonio como una alta institución del espíritu, cuyo único vínculo positivo es el fino amor, el hondo amor, el respeto profundo, la tolerancia delicada. Pero a mi alrededor he visto siempre pobres cosas, tristes negocios, incomprensión, ignorancia”, escribía.

Esas notas publicadas entre 1919 y 1921 se compilaron en 2014 en Un libro quemado, obra que reúne sus escritos y lleva este nombre en referencia a la historia de Santa Teresa de Jesús cuyos escritos filosóficos fueron quemados por dos curas.

La obra de Alfonsina estuvo fuertemente influenciada por las distintas corrientes expresivas que encontró a su paso, el posmodernismo, el simbolismo y los movimientos vanguardistas. Si los modernistas tenían símbolos elegantes como el cisne y el pavo real para Alfonsina fueron las lobas, las ovejas descarriadas, las hembras rebeldes, la serpiente.

Aún enmarcada en tradiciones románticas, Storni desde temprano supo ubicar el tono contestatario hacia el género masculino en poemas tan clásicos como “Tu me quieres blanca”. Fue la que burló todos los paradigmas de su época para trastocarlos y reírse en su cara:

“¿Qué diría la gente, recortada y vacía,
Si en un día fortuito; por ultra fantasía,
me tiñera el cabello de plateado y violeta,
usara peplo griego, cambiara la peineta
(…)
¿Irían a mirarme cubriendo aceras?
¿Me quemarían como quemaron hechiceras?
¿Campanas tocarían para llamar a misa?
En verdad que pensarlo me da un poco de risa”

Fue su mente lúcida y acertada la que la llevó a calzarse el estandarte de sus congéneres para hacer del mundo y la literatura un campo de batalla, para mostrar que las mujeres no viven de sensiblerías y novelas de sillón. El ojo acertado de esa Alfonsina risueña alguna vez dijo: “¡Es que a las mujeres nos cuesta tanto esto! ¡Nos cuesta tanto la vida! Nuestra exagerada sensibilidad, el mundo complicado que nos envuelve (…) Si logramos mantenernos en pie es gracias a una serie de razonamientos con que cortamos las malas redes que buscan envolvernos; así, pues, a tajo limpio nos mantenemos en lucha”.

Jorgelina Tomasin

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