Batalla de Ideas

6 mayo, 2014

Tinelli: Entre los estereotipos de género y la banalización de la política

Por María Paula García. Luego de un año sabático y de fuertes rumores sobre un posible cambio de emisora, Marcelo Tinelli volvió con su programa ShowMatch por el aire de Canal 13. El retorno de un show polémico, que a lo largo de los años ha logrado ser un concentrado de política, machismo y misoginia.

Por María Paula García. Luego de un año sabático y de fuertes rumores sobre un posible cambio de emisora, Marcelo Tinelli volvió con su programa ShowMatch por el aire de Canal 13. El retorno de un show polémico, que a lo largo de los años ha logrado ser un concentrado de política, machismo y misoginia.

Luego de un año sabático y de fuertes rumores sobre un posible cambio de emisora, Marcelo Tinelli volvió con su programa ShowMatch por el aire de Canal 13. Más allá de los vaivenes empresariales, la expectativa mediática por el regreso de Marcelo no está centrada en la preocupación por la reproducción de los peores valores en prime time y en HD, sino en la posible disputa entre el conductor y el gobierno nacional y, sobre todo, en la realización de las famosas imitaciones de políticos. Sin embargo, quizá el análisis más necesario sea en qué medida el retorno de uno de los programas más vistos de la televisión es el retorno de un show polémico, que a lo largo de los años ha logrado ser un concentrado de política, machismo y misoginia.

El retorno de las chicas plásticas

La cosificación de la mujer que realiza el programa es uno de los elementos más criticados por las organizaciones que defienden los derechos de las mujeres. Desde hace tiempo se suceden las denuncias acerca de cómo no sólo se transforma a las mujeres en objetos sino también cómo se ridiculiza a las identidades sexuales disidentes. El famoso corte de polleritas, el funesto baile del caño y la realización de la repudiable “maratón gay” son algunas de las expresiones más detestables. Entre ellas, precisamente la maratón mencionada, se valió el año pasado una carta de la Federación de Lesbianas, Gays, Bisexuales y Trans cuestionando la propuesta del programa por “reforzar estereotipos, lesionar la dignidad y promover prácticas discriminatorias, alejadas del espíritu de igualdad que ha decidido abrazar la sociedad argentina”.

Pero a pesar de las críticas y las denuncias, el conductor y su producción parecen no inmutarse. Si bien pareciera ser que este año pretenden darle un tono más profesional al baile, con la inclusión de bailarines de la talla de Eleonora Cassano y Maximiliano Guerra, además del bicampeón de las dos últimas ediciones, Hernán Piquín; lo cierto es que la impronta del programa está dada por la participación de figuras mediáticas y una dinámica en la que el rol de la mujer sigue siendo la de objeto sexual. El baile en todo caso es una excusa, una cuestión de segundo plano.

En esta primera semana, quien se ha perfilado como el personaje del certamen es Victoria Xipolitakis. Una mujer que, más allá de la reproducción de estereotipos, es un estereotipo en sí mismo. Si hay modelos y mandatos que el sistema actual busca imponer en las mujeres, Xipolitakis ha sido víctima de casi todos: anorexia nerviosa que puso en riesgo su vida, prótesis mamarias de 520 centímetros cúbicos, botox en la cara, carillas en los dientes, aclarado capilar con colocación de extensiones y liposucciones abdominales varias, entre otras tantas intervenciones. Tal como afirmó en una oportunidad, “Soy una adicta a verme bien”.

A tal punto llegó su transformación, que hoy no es posible saber si estamos ante una simple víctima del mercado o ante un inteligente producto del espectáculo. Sin embargo, el que se trate de un personaje lejos de eximirla la coloca en un lugar mucho más peligroso. Porque si hay algo que le gusta al programa de Tinelli y a sus despiadados “jurados” es el maltrato y el aprovechamiento de las debilidades de las y los participantes. Y Victoria vaya si las tiene. La seguidilla de palabras inconexas, el llanto, sus limitaciones para el baile y su necesidad de agradar cual muñeca en vidriera, ya la convirtieron en el blanco de todas las burlas, así como en el nefasto estereotipo de la rubia tarada inmortalizada en la canción de Luca Prodan. La “confusión” de la palabra bullying por bowling, justamente en la semana del asesinato de la adolescente de 17 años en Junín, dista mucho de ser un simpático desliz replicado hasta el hartazgo en los programas satélite. Es apenas una muestra de por dónde discurrirá aparentemente el tono del programa al respecto.

Banalización, no tinellización

Desde que Tinelli llevó a cabo el recordado Gran Cuñado son muchos los que hablan de una “tinellización de la política”. A través de este concurso en el que se imitaban políticos en campaña, se abrió una discusión acerca de los pros y contras que tendría para los políticos ser imitados en el programa. Lo cierto es que, más allá de las polémicas, todos se preocupan por saber cómo va a jugar Tinelli este año, si los va a imitar y si dicha imitación será benévola o no.

Ya en la primera edición del regreso, el conductor afirmó que este año no se metería en política. Pero acto seguido le reprochó a Jorge Capitanich el frustrado acuerdo para que Ideas del Sur se haga cargo de Fútbol para Todos, le mandó saludos a Sergio Massa y lanzó la primera parodia de la noche: la imitación de Daniel Scioli.

El humor no es una práctica neutra. Y Tinelli lo demostró nuevamente. No obstante, lo verdaderamente preocupante no es que sea más o menos condescendiente con tal o cual político, sino la concepción misma de la política que construye y transmite. Porque detrás de su “no política” hay una determinada forma de hacerla: la banalización.

La banalización de la política no es un invento de Tinelli ni mucho menos. Es una poderosa herramienta de los sectores más conservadores para alejar al pueblo de la política. Cuando los imitadores repiten obsesivamente determinadas características personales de los políticos, en lugar de propiciar una lectura política de sus acciones de gobierno y sus propuestas, transmiten superficialidad vacía de contenidos. Al respecto, la reiteración casi patológica del personaje de Scioli de las palabras “seguridad, austeridad, unidad” es una expresión de todo ello. Temas tan delicados y controvertidos como las últimas medidas de seguridad del gobernador bonaerense o su accionar en relación al histórico paro docente, terminan siendo caricaturizados.

Y eso no sólo es útil para los intereses de Tinelli y su productora, sino también para los sectores dominantes. Porque cuando la política es una actividad banal, los únicos que ganan terreno son el desinterés, la apatía y el desgano. Y en nuestra historia ya tenemos sobradas muestras de lo que ello significa.

 

@MariaPaula_71

 

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