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1 abril, 2015

Paro general: ¿En qué creen los que no creen?

Por Matías Rey. Este martes se realizó un masivo y contundente paro general en la Argentina. ¿Por qué parar? La pregunta es en gran medida retórica y la saldó la realidad: el paro se concretó y fue aplastante. Las y los trabajadores se han expresado. Así que reformulemos: ¿por qué parar, desde una posición de izquierda?

Por Matías Rey*. Este martes se realizó un masivo y contundente paro general en la Argentina. Fue convocado por un numeroso conglomerado de organizaciones sociales y políticas de la clase trabajadora, entre quienes resaltan algunos “sapos”. Entre ellos Luis Barrionuevo, una excrecencia del menemismo y el sindicalismo empresario. También Roberto Fernandez, un histórico aliado y operador de las patronales del transporte.

En el caso de mi gremio, el bancario, convocaron también los herederos del zanolismo. Todos hermanados bajo una consigna no exclusiva pero sí principal: no al impuesto al salario. Se trata de un reclamo que, tomado en sus términos reivindicativos más estrechos, afecta a una porción importante pero no mayoritaria de las y los trabajadores, clase social en la que encontramos sin duda problemáticas más masivas y urgentes.

Ante este panorama “terrorífico”, con el que tanto se regodean muchos sectores del oficialismo que han llamado abiertamente a carnerear, puede uno preguntarse ¿por qué parar? La pregunta es en gran medida retórica y la saldó la realidad: el paro se concretó y fue aplastante. Los trabajadores se han expresado. Así que reformulemos: ¿por qué parar, desde una posición de izquierda?

En primer lugar, es necesario decir que el reclamo por el Impuesto al Salario (forma concreta que adoptó la formalidad de “Ganancias” en el caso de miles de personas) es completamente justo, incluso más allá de su faceta estrictamente sectorial y por lo tanto, parcial. Se trata de una consigna con una potencia política mucho mayor, más general. Me recuerda, en otras circunstancias y con características muy diferentes, a la potencia que contuvo el reclamo por el “sábado inglés” en los obreros industriales que produjeron el Cordobazo.

Se trataba del reclamo de un sector minoritario de la clase, con condiciones laborales comparativamente buenas, que se alzó por una medida de gobierno que afectaba una conquista gremial específica. A partir de ese reclamo, se desató una crisis política general que a la larga derrumbó a una dictadura sangrienta y permitió pisos más altos de lucha y organización para el conjunto de nuestro pueblo, abriendo una etapa donde la clase trabajadora disputó poder a las patronales a niveles inéditos en nuestra historia.

El caso de Ganancias no es equiparable, ni por el marco histórico ni por las perspectivas reales que tenemos por delante. Pero sirve para entender la dinámica que debemos rastrear en las luchas sociales. Este reclamo que en términos reivindicativos no alcanza a la mayoría de las y los trabajadores, ha logrado la solidaridad de amplios sectores y plantea discusiones políticas absolutamente necesarias, que debemos masificar y hacer carne en nuestros compañeros/as.

Que el sistema tributario de nuestro país se base en un impuesto absolutamente regresivo como el IVA, que se recaude Ganancias a expensas de los asalariados, mientras los sectores más concentrados del establishment económico se ven favorecidos por las mil y un ventajas (sin reimplantar los aportes patronales congelados desde el 93, por ejemplo) es algo que los sectores populares tenemos que discutir. Y no sólo en los medios de comunicación a los que casi nunca tenemos acceso, o en seminarios, talleres de formación o proyectos de ley condenados al cajón. Es necesario discutirlos en la base y en la calle.

Medidas de fuerza como la de este martes brindan escenarios casi inmejorables para llevar adelante esa discusión, que es nada menos que una discusión por la distribución de la riqueza en nuestro país, por la necesaria reforma tributaria.

Jornadas como la del martes nos permiten también discutir el gran escándalo de que la mayoría de las y los trabajadores no paguen Ganancias porque lamentablemente no llegan a ganar por encima del mínimo no imponible, fijado en unos $15.000 con el que un trabajador apenas alcanza a alquilar o financiarse a largo plazo una vivienda, vestirse, comer y, tal vez, tener hijos. O poner en cuestión también los alcances y la profundidad de la precarización laboral en sus diferentes formas, con un tercio de empleados “en negro”. Y tal vez (por qué no) la posibilidad de que muchos de estos flagelos no encuentren solución bajo este sistema y sea necesario que los sectores populares nos planteemos su superación por otro. Cuestiones nada menores, que no podemos dejar de lado por más chicanas o “aliados incómodos” que haya.

Y hablando del tema de los aliados, lo primero que hay que decir es que este tipo de huelgas forman parte de una tradición histórica de la clase trabajadora a nivel nacional e internacional. En la militancia sindical la conocemos como “unidad de acción” y significa exactamente eso: accionar conjuntamente, aún no compartiendo programa ni estrategias (o incluso teniéndolos como diametralmente opuestos).

Como toda tradición, desde la izquierda debemos buscar rediscutirla, replantearla y reformularla. Y como toda tradición de lucha, si persiste tantos años en la práctica de la clase trabajadora, es porque alguna base material debe tener. Por supuesto que no todo “da lo mismo”.

El paro convocado hace unos años por la burocracia de la Unión Ferroviaria pidiendo la libertad de Pedraza (que acababa de comandar el asesinato de Mariano Ferreyra) no justificaba unidad alguna. Se trata de unificar esfuerzos, muchas veces con personajes siniestros, porque entendemos que las y los trabajadores saldremos fortalecidos de la experiencia. Habremos acumulado en conciencia, en organización, en perspectivas.

Creo que el paro de este martes fue un esfuerzo en este sentido. Ante un panorama político que va corriéndose a la derecha, y amenaza hacerlo aún más, es justo y necesario hacer unidad de acción con amplitud por demandas justas, que nos permitan fortalecernos en los lugares de trabajo, en los gremios, en las corrientes sindicales. Si por el momento no está en nuestra mano echar a muchos resonantes burócratas de la dirección de sus sindicatos, sí podemos tal vez aprovechar su llamado a la lucha para unificar esfuerzos junto a sus bases. Este paro en particular provocó mucha discusión y movimiento “por abajo”, como lo prueba que muchísimos compañeros/as afines al Gobierno pararon, e incluso que el propio Caló tuvo que dar libertad de acción a sus seccionales.

Y este “por abajo” es sin dudas lo fundamental. Comenzaba el artículo planteando “¿por qué parar desde la izquierda?”, y creo que la verdadera pregunta es: ¿por qué algunos compañeros y compañeras de la izquierda y diversas organizaciones populares no paran? Quedará en ellos y ellas dar una respuesta. La clave estratégica, de largo plazo y miras amplias estará, sin duda, más allá de coyunturas inmediatas. Pero sobre todo evitando miradas superestructurales y, en el fondo, despolitizadas (fijarse “con quién salís en la foto” o cómo quedás momentáneamente en el mapa político).

El marco para discutir estas cuestiones pasa, sin dudas, por lo que se mueve muchas veces por detrás de los decorados de la política institucional, por las tendencias que se insinúan en el seno de nuestro pueblo y en nuestra sociedad, y por cómo los militantes populares nos preparamos para transitarlas. Pasa, en definitiva, por esa perspectiva abarcadora y estratégica que llamamos lucha de clases.

@matiasdevc

* Delegado general de la Comisión Gremial Interna del Banco Ciudad

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