América Latina

19 agosto, 2015

Claves para entender la actual crisis en Brasil

El gobierno de Dilma Rousseff está atravesando una fuerte crisis política, económica y social que amenaza con poner fin a la “era PT” de la potencia latinoamericana. ¿Qué está pasando en Brasil?

El pasado fin de semana centenares de miles de brasileros se manifestaron en las calles pidiendo la renuncia de la presidenta Rousseff, reelecta en 2014 con casi 54,5 millones de votos en el ballotage. El Partido de los Trabajadores (PT), que gobierna desde 2003, convocó para este jueves una movilización de sus seguidores para dar la batalla callejera, en momentos en los que la imagen positiva de Dilma alcanzó su pico mínimo del 8% durante el mes de agosto, según Datafolha.

La situación actual de la potencia latinoamericana tiene varias aristas, que se nutren y complementan mutuamente. Por un lado, la situación de contracción económica agravada por las medidas de ajuste fiscal aplicadas por el gobierno actual, con más timidez en su primer mandato y alcanzando mayor soltura en este 2015, con el nombramiento incluso del liberal Joaquim Levy al frente del Ministerio de Hacienda.

“La resistencia interna del PT demora el giro liberal de Dilma”, titulaba La Nación en noviembre de 2014. Es que en el partido fundado en 1980, que supo ser el de izquierda más grande del continente (ahora sólo el venezolano PSUV lo supera en cantidad de afiliados) no fue fácil la decisión de acompañar el actual rumbo económico del gobierno, centrado en el ajuste fiscal y un plan de expansión de exportaciones para compensar la caída del mercado interno.

En ese marco, el Consejo de Administración de Petrobras autorizó la venta de un 25% de las acciones de su subsidiaria BR Distribuidora, valuada en alrededor de diez mil millones de dólares y actualmente controladas en su totalidad por la petrolera estatal.

Pero el escenario económico, que la propia Dilma calificó como “extremadamente duro”, no es el único factor en juego.

Un escándalo de corrupción conocido como Lava Jato, centrado en la empresa Petrobras y con implicancias tanto en el mundo de las empresas como en el poder político, riega de desconfianza al gobierno. Aunque el Petrolao, como también se lo conoce, no alcanza solamente al PT sino también a la mayoría de las fuerzas opositoras, es entendible que el espacio más golpeado en la opinión pública sea el que actualmente gobierna.

Son en total 53 políticos involucrados, tanto diputados y senadores como gobernadores, de seis partidos distintos: PP, PMDB, PSDB, PT, PSB y PTB y muchos de ellos poseen fueros por lo que están siendo procesados ante el Tribunal Federal para poder ser oficialmente investigados en la causa. Lo que más ensucia a los petistas es la denuncia de que el ex tesorero del partido, João Vaccari Neto, era parte de la red delictiva y utilizaba esos fondos para financiar al partido.

Sobre esa hipótesis -de la que no hay evidencias reales ante la justicia- la oposición montó un intento de destitución a Dilma. Pedirle la renuncia o abrirle un juicio político, con tal que deje de gobernar Brasil es igual. Varios analistas coinciden en que sectores como el encabezado por el adversario derrotado en las urnas por Rousseff, Aécio Neves (PSDB), o el del presidente de la cámara de Diputados de una fuerza que forma parte de la coalición de gobierno (Eduardo Cunha, PMDB) quieren conquistar por medio de maniobras lo que el voto popular les negó.

La cruzada por el pedido de juicio político (“impeachment”) no sólo no tiene sustento legal sino que incluso ha dividido a las fuerzas opositoras y grupos de poder de Brasil. Por ejemplo, cámaras empresarias de San Pablo y Rio de Janeiro a principio de mes mostraron apoyo e intenciones de “mantener la estabilidad”. “Es momento de responsabilidad, diálogo y acción”, dijeron en una carta. También el titular de la Confederación Nacional de la Industria (CNI), Robson Andrade, se declaró en contra del impeachment porque “las instituciones deben ser respetadas y Rousseff fue elegida”.

Los sindicatos y movimientos sociales, por su parte, aunque críticos de las medidas de ajuste, se posicionaron de forma clara en defensa del gobierno del PT. La Central Única de los Trabajadores (CUT), la mayor del país, y representantes de Fuerza Sindical, la segunda organización de mayor peso, publicaron una solicitada en diarios en la que plantearon: “Es necesario tener una posición clara en defensa de la democracia, es necesario el pleno funcionamiento de los poderes». Además, instaron a “desmontar el escenario de desestabilización».

Lo que no es nada menor dado que forma parte del mismo partido que Cunha, pero al mando del Senado, es que el pemedebista Renan Calheiros no solo se posiciónó en contra del juicio político sino que está siendo una figura clave para la estabilidad del gobierno, promoviendo en su Cámara el acuerdo por la Agenda Brasil (paquete de medidas para salir de la crisis). Seguramente su vocación tenga más que ver con su futuro político, pero es un hecho a tener en cuenta.

El rechazo a Lula estuvo en el centro de las protestas opositoras el pasado domingo.
El rechazo a Lula estuvo en el centro de las protestas opositoras el pasado domingo.

La situación que atraviesa Brasil y el gobierno de Dilma sin dudas repercutirá en la región y el mundo. La sexta potencia económica del planeta vive momentos turbulentos y, aunque no pareciera por el momento que el intento de juicio político fuera a avanzar, sin dudas el PT está pasando por una etapa parteaguas en su historia.

Del socialismo que pregonaba en sus comienzos y la izquierda democrática con la que se hizo masivo en los 80 y 90, pasó a promover un modelo de desarrollo industrial y cumplimiento con los compromisos internacionales de crédito, acompañado de una fuerte inclusión social al llegar al gobierno. La elección de salida del estancamiento económico y depreciación de los ingresos a causa de la inflación que actualmente marcan a Brasil mediante políticas de recorte del gasto social, no le será un trago fácil de digerir.

La derecha, como en todo el continente, acecha e intentará por distintos medios que este sea el último mandato del PT al frente del gobierno brasilero. Si Lula Da Silva, el ex presidente, es la carta en la manga que siempre tiene este partido -por su fuerte arraigo en la sociedad y su calidad de líder indiscutido- incluso con la esperanza de muchos de que se postule en 2018, hoy eso no está tan claro como hace unos meses. Su figura es centro también de una campaña de desprestigio y violencia.

Este jueves, el Partido de los Trabajadores saldrá a disputar la calle, aún con gran parte de sus simpatizantes en contra de las medidas gubernamentales, sabiendo que todo intento destituyente pondrá en cuestión no sólo un paquete de medidas, sino el conjunto de la trayectoria del PT y con ello la posibilidad de que se gobierne para las grandes mayorías.

Julia de Titto – @julitadt

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