Batalla de Ideas

14 agosto, 2019

Las súplicas de Macri en clave machista

Como el macho violento que “fuera de sí” es capaz de romper todo, Macri se comunicó con el pueblo a través de una amenaza. No respetó la decisión colectiva de cortar con la violencia y amenazó con más violencia.

Juliana Díaz

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El domingo pasado, la vox pópuli argentina dio un portazo en la Casa Rosada y le anunció al gobierno de Cambiemos que no tolerará más violencia. Los golpes recibidos mediante tarifazos, despidos, devaluación y represión han dejado lesiones y moretones visibles, tanto en los jubilados que no llegan a pagar remedios, como en las docentes con la muerte de Sandra y Rubén, y también en las y los pibes víctimas de la represión, como aquellos que bailaban en la murga de la Villa 1-11-14, Rafael Nahuel o los adolescentes de San Miguel del Monte.

Macri se comunicó con el pueblo a través de una amenaza. Así como en su momento advirtió que si enloquecía podía “hacer mucho daño” a los argentinos y argentinas (como el macho violento que “fuera de sí” es capaz de romper todo a las piñas), dijo que los golpes que dio fueron culpa de los y las ciudadanas por haber querido escapar, votando al Frente de Todes.

A todo esto aclaró que si esa mayoría argentina se atrevía a volver a dejarlo, iba a sufrir las consecuencias. Mauricio Macri no respetó la decisión colectiva de cortar con la violencia y amenazó con más violencia. Típico de machirulo.

Existen muchos casos de mujeres que, al tomar conciencia de la situación de violencia vivida, logran alejarse de las relaciones de poder y opresión instaladas intra-hogar. Una vez sucedido eso, no es tan fácil convencerlas de asumir un nuevo rol de sumisión. En realidad, es muy frecuente que sean perseguidas, engañadas y reprimidas. Por ese motivo, los dichos del lunes generaron un fuerte rechazo por parte de esta mayoría argentina que había decidido “irse” y rechazar al gobierno en las urnas.

Desesperado, sin saber qué hacer, Macri juega una de sus últimas cartas: la súplica. Sale a pedir disculpas y justifica sus amenazas con afectaciones internas de tristeza que no pudo controlar. Igual que cuando un macho violento, llorando, pide disculpas diciendo que no sabe qué le pasó, que angustiado lo hizo por amor. Pero si te pega no te ama.

De repente, parece que el patriarca entiende y pide perdón por las razones que llevaron al portazo. Pero no dice nada acerca de las veces en que esta mayoría electoral se acercó a hablar con él tras las primeras lesiones. Por el contrario, en vez de escuchar reprimió a quienes se manifestaban contra la Reforma Previsional, en marchas del movimiento de mujeres o la Carpa Blanca de los docentes, entre otras.

Tampoco le preocupó el reclamo para que no liberen genocidas, ni la exigencia de quienes buscaban desaparecidos en su gestión. Los ignoró. Hizo falta irse de la casa, dejarlo sólo, para que primero amenazara, después se disculpara por las amenazas y luego intente lavar culpas comprando sujetos de derecho con migajas.

Liliana Heker escribió un cuento llamado La fiesta ajena que representa la oferta que hizo el presidente para pedirle a esa mayoría que lo vuelva a elegir. En una fiesta de ricos, ajena a las clases menos pudientes, el gesto final de la Señora Inés con la protagonista del texto representa esos dos mil pesos que ofrece el gobierno para perdonarlo y volverlo a elegir.

Pero sucede que la mayoría argentina no quiere vueltos ni sobornos, ya que los anuncios de Macri representan un porcentaje ínfimo en el salario real de las y los trabajadores, que acaba de licuarse con la última devaluación. Porque, además, la plata que tira no le saca lo violento.

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