Salud para Todes

Julián Pavese*

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El 11 de diciembre el flamante ministro de Salud, el reincidente Ginés González García, fue recibido por les trabajadores cantando “Ministeriooooo, Salud es Ministeriooooo”, en una escena capaz de emocionar al corazón más duro. Además de sumarse al cántico, prometió que su primera medida o “primera y media”, sería restablecer el protocolo para la atención de la Interrupción Legal del Embarazo (ILE). Prometió un Ministerio verde. Al día siguiente, en conferencia de prensa, lo anunció oficialmente. El viernes 13 fue publicado en el Boletín Oficial. Cumplió.

En solo dos días el nuevo gobierno mostró un camino esperanzador para la política sanitaria argentina. Que se haya hecho tan rápido, si desconfiamos, puede ser sólo la búsqueda de un golpe de efecto, pero es mejor pensarlo como otra cosa: no hay lugar para medias tintas. Hay que empezar desde ahora, dejar de lado las piruetas discursivas a las que nos acostumbraron durante cuatro años y llamar a las cosas por su nombre. 

La ILE es un derecho, punto. Salud es Ministerio, punto. De paso, en palabras del ministro, los que se oponen a la ILE no son grupos “provida”, son antiderechos. Punto. Si algune profesional es perseguide en alguna provincia por trabajar de acuerdo a la ley y garantizar derechos, él está dispuesto a apersonarse y “tomar actitudes”. Punto. 

Las ruinas que dejó el gobierno anterior hay que levantarlas de inmediato. Por eso es que también se anunció en la conferencia que el plan Remediar volverá a funcionar como antes. En Argentina los botiquines de ese plan cubrían a toda la población del sistema público (de los sistemas públicos: nacional, provinciales, municipales) dando acceso a los medicamentos más usados en el primer nivel de atención. En los últimos cuatro años pasó a llamarse CUS Medicamentos y fue sufriendo recortes que auguraban su extinción (esperemos, de paso, que podamos olvidar y sepultar la idea de la CUS). 

Mientras tanto anunció que ya se puso en contacto con los representantes de la industria farmacéutica para acordar precios. No será tarea fácil domesticarlos: entre 2015 y 2019 los medicamentos aumentaron, en promedio, casi 400% (sí, cuatrocientos). Se trata de un problema mundial. Ginés lo sabe y lo explicita, no se hace el distraído y hasta levanta la apuesta poniendo sobre la mesa otro asunto: uso racional de medicamentos. Aplausos de pie.

Hay cosas de las que aún no se habla. ¿Habrá medidas para achicar las diferencias en el acceso a los servicios de salud entre las provincias, en un país en que el código postal determina la expectativa de vida? ¿Frenarán los aumentos de las empresas de medicina prepaga? ¿Qué se hará con la mayoría de obras sociales cuyos ingresos no alcanzan a cubrir el Programa Médico Obligatorio? ¿Qué articulaciones se piensan con otras áreas de gobierno, sabiendo que frente a la miseria, la tristeza y la angustia, los microbios son pobres causas de enfermedad?

Lo que se viene por delante no es fácil. Lo que se destruyó en cuatro años tomará mucho más que eso para ponerlo de pie. Y en materia sanitaria hay situaciones que no esperan: los casos de sarampión siguen apareciendo mientras las vacunas descansan en depósitos de aduana por falta de pago de tasas; llega el verano y con él los mosquitos y, probablemente, el dengue; la tuberculosis sigue en aumento; la sífilis crece. Podríamos seguir. Para cada una de estas problemáticas (y muchas otras, como el HIV) existen programas. Fueron vaciados, frenados, achicados. El presupuesto en Salud durante la última gestión no hizo más que disminuir año tras año. Por esto es necesaria la declaración de la emergencia sanitaria, otra promesa, que ayudará a redistribuir partidas para dar respuesta rápida. Esperemos que también se cumpla. 

* Médico generalista