Cultura

13 febrero, 2020

Amor de siglos

Un amor de verano intenso, casual y extraño. La película “Fin de siglo” se sumerge en esa temática de forma original e intrigante.

Nayla Vera

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Ganadora del primer lugar en la competencia nacional del Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente (Bafici), Fin de siglo es el primer largometraje de Lucio Castro y una de las obras más aclamadas en cuanto a temática LGBT, aunque no cierra su universo en torno a esto. El estreno en EE.UU. fue bien acogido por el público, y se espera lo mismo en Argentina. La proyección tendrá lugar en la Sala Leopoldo Lugones del Complejo Teatral San Martín, durante los fines de semana de febrero. 

Fin de siglo arranca con una serie de planos que denotan la soledad, aunque no necesariamente triste, de Ocho (Juan Barberini), un escritor que está de visita en Barcelona y un día en la playa advierte la figura de un hombre que le llama la atención. Decide acercarse pero sus intentos fracasan y una vez en el balcón de la casa que alquiló lo ve desde la vereda de enfrente y sin mucho preámbulo, le grita “¡Kiss!” por la remera de la banda que llevaba el muchacho. Lo invita a subir y este acepta. 

Una vez en el departamento se desarrolla una conversación que no busca omitir las incomodidades, vergüenzas, palabras y movimientos directos de las primeras citas, por el contrario también se hace mención a apps como Tinder y Grindr, para enmarcar un poco la dinámica del encuentro y el siglo en el que transcurre. Es notable la atracción entre ambos y con un libreto sutil e ingenioso, todo desemboca en un encuentro sexual placentero y espontáneo. 

La película está llena de momentos que destacan la importancia de las miradas, gestos, silencios, y sensaciones frente a la historia convencional que suele habitar en los films románticos. Lo que parecía ser un encuentro casual y de una sola vez, prosigue en otra  cita donde la química de la pareja va creciendo. Finalmente Ocho le dice a Javi (Ramón Pujol) que siente que lo conoce de antes, a lo que el otro le recuerda que ya se había conocido 20 años atrás. 

A partir de este momento la pantalla se tiñe de líneas paralelas de tiempo, bajo la premisa del continuo presente y explotando profundamente la irresistible o melancólica idea del “Pudo haber sido”. 

La tensión, la casualidad, lo transitorio y permanente, son dualidades que se combinan para dar paso a una historia donde todo eso coexiste armoniosamente. La ciudad elegida para el film viene a representar un poco ese misterio, o azar que muestra la película. 

Según explicó el director, en diálogo con Página/12 le “gusta mucho” porque “tiene algo de pasajero: hay mucho turismo, pasa todo el mundo por ahí,pero a la vez tiene una personalidad muy fuerte. Barcelona tiene un lindo contraste entre lo permanente y lo transitorio”. “Si, todos vivimos en el presente. Yo hablo con vos, pero de repente tengo un recuerdo de ayer o pienso qué voy a tomar hoy a la noche”, añadió.

El minimalismo de los planos, la fotografía urbana y cultural de Barcelona y las escenas de conversaciones de Javi y Ocho -como adueñándose de una ciudad y tiempo determinado- se hace eco de películas como la trilogía Before Sunrise (Richard Linklater) y  Call me be your name (Luca Guadaragino) con similares componentes eróticos. 

Fin de siglo habla de los cambios generacionales, aquello que se va, se anhela, y aquello que permanece. Aunque aborde el tema de la homosexualidad, sobre cómo se percibe de un siglo al otro, no pone el foco allí ya que el mismo director huye de esas etiquetas.Busca una mirada más universal y que el espectador ponga su atención en otros detalles dejándose atrapar por la historia.

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