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5 junio, 2020

#NiUnaMenos: costureras, madres, referentas y la triple jornada laboral

La pandemia del Covid-19 no afecta a todos por igual. Las trabajadoras textiles de la economía popular son uno de los eslabones clave para la provisión de insumos sanitario. En esta nota, entrevistamos a tres trabajadoras cooperativistas y cuentan cómo es su situación actual.

Crédito: MTE

Camila Papa* y Camila Lusardi**

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 La cuarentena obligatoria se decretó de manera anticipada en relación a otros países, entre otras cosas, para poder preparar el sistema de salud para que no colapsara, teniendo en cuenta que venimos de años de no tener Ministerio de Salud. Una de las tareas esenciales exceptuadas del aislamiento fue la producción de insumos de salud y las trabajadoras de la economía popular ocuparon un rol fundamental para poder abastecer de barbijos, camisolines, sábanas y demás artículos de protección personal al sistema sanitario. 

Máxima Apaza, trabajadora de la Cooperativa Libertad del Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE), cuenta cómo se las rebuscaron para poder trabajar y realizar estos insumos: “Yo tengo retazos de tela que me sobró de los anteriores trabajos que hacía antes, empecé a cortarlos para hacer barbijos y voy vendiendo barbijos a los vecinos de donde vivo, para nosotros, mi familia”. 

La demanda de insumos superó la capacidad instalada de nuestro país para poder abastecer a los diferentes organismos de salud. Muchas empresas privadas, proveedoras directas del Estado, empezaron a fabricarlos tercerizando la mano de obra en las cooperativas textiles y en talleres familiares, obteniendo ganancias millonarias y pagando miserias a los costureros y costureras.

La producción de insumos sanitarios se suma a otras tareas que las cooperativistas realizan, constituyendo una triple jornada laboral. Con este concepto hacemos referencia a las tareas que cumplen las mujeres durante el día. No sólo al trabajo por el cual reciben un salario, sino también a las tareas no pagas: el cuidado de los chicos, las tareas del hogar, el trabajo comunitario, que en este contexto de pandemia toma una importancia mucho mayor.

Sin dudas, la pandemia afecta a todas las clases sociales, pero golpea más a los y las de abajo. Son las mujeres las que le hacen frente a los problemas del trabajo, de la casa y del barrio. Las que tienen que quedarse en la casa para el cuidado de los hijos, aun que cumplan tareas esenciales, las que paran la olla en el barrio ante el aumento de hambre de sus vecinos y las que contienen a sus compañeros y compañeras dentro del lugar de trabajo, re-piensan la organización, y además están atentas a que ninguna de sus compañera sufra ningún tipo de violencia. El machismo no sabe de cuarentenas. 

Las cooperativas textiles son experiencias de organización que cambiaron la forma de trabajo para muchas costureras y costureros de la economía popular, cuyos derechos se encontraban totalmente vulnerados. Entre estos cambios, se destaca la conformación de polos textiles, a los cuales las trabajadoras mudan sus talleres domiciliarios, mejorando la ventilación, iluminación, seguridad de las instalaciones eléctricas, entre otros elementos.

Mariela, referenta de la Cooperativa Miró del MTE, explica que la pandemia mundial del coronavirus obligó a muchas mujeres a dejar sus espacios de trabajo y volver al hogar: “Muchas mamás están en sus casas todavía porque las guarderías, los jardines y las escuelas están cerradas y no tienen cómo volver a trabajar en las cooperativas, por más que tengamos permiso para trabajar”.

Como cuenta Máxima, esto les exige buscar el modo de hacer compatible su trabajo de costura con todas las demás tareas que realizan: “Por la tarde es donde me pongo a hacer algo, cuando el bebé de 10 meses toma la siesta. Antuan (su hijo más grande) no duerme por la tarde porque es muy activo y a veces me ayuda a cortar, o me pasa algo. Después se aburre, se va a mirar la tele y mientras tanto me pongo yo a hacer los barbijos. No es constante como antes mi trabajo porque estoy con los chicos, tengo que cocinar y hacer las cosas de la casa”. 

Esto se suma a los bajos precios que se paga por prenda, la falta de actualización del Salario Social Complementario que desde hace meses está fijado en $8500 y la reducción en el volumen de trabajo, ya que sólo pueden producir los insumos autorizados en el marco del aislamiento. Mientras intentan conseguir trabajos para obtener ingresos suficientes, deben hacer al mismo tiempo las tareas de cuidado y domésticas, intentando hacer que todo sea compatible.

Las mujeres son quienes concentran mayor cantidad de tareas dentro de sus casas, siendo madres, trabajadoras, maestras, cocineras, entre otras cosas. Sin embargo, en los barrios populares se multiplican también las ollas populares como respuesta a la crisis económica y alimentaria que la pandemia agravó. Desde las cooperativas textiles se intenta también contribuir al sostenimiento de las familias colaborando en los merenderos y comedores barriales. «Lo que hicimos en esta pandemia fue de organizarnos con las compañeras de hacer ollas populares cada 15 días o cada semana para ayudarles a las compañeras, porque ellas cocinan de lunes a viernes y nosotros por ahí cocinamos un sábado o un domingo para que las familias puedan sobrellevar esta situación», comentó Mariela.

Francis, referenta de la Cooperativa Arcoiris contó que desde el polo entregan alimentos a las socias y expresa su preocupación por la situación de sus compañeras por las necesidades que atraviesan. “La tarea de contener a mis compañeras no es fácil, tienen mucho miedo de contagiarse el virus y se las ve angustiadas porque no saben cómo llevar el sustento a sus casas”. 

Agregó: “Como trabajadoras les resulta dificultoso salir a trabajar, nosotras como referentas no podemos brindarle todas las soluciones y no contamos con los recursos necesarios, por ejemplos para la compra de máquinas, las guarderías de sus hijos y un trabajo estable y, en algunos casos, asistentes sociales y psicólogos. Por otra parte, es agradable porque entre las mujeres nos entendemos lo mal que lo está pasando la otra y nos apoyamos anímicamente”. Sobre el trabajo, Francis comentó que “se trabaja menos de lo normal y algunas no trabajan nada por la pandemia”.

La pandemia empeoró las situaciones de vulnerabilidad económica y social que ya existían. Sin embargo, como dice Mariela: “Cambió toda la situación, pero nuestras esperanzas siguen firmes, siguen en pie, de poder este año o el próximo año que viene, mejorar el trabajo textil. Porque en la indumentaria hay mucho trabajo que el gobierno puede buscar la forma de sacarle a los grandes empresarios y capitalistas que mandan a hacer o traer de otro países ropas importadas”.

*Diseñadora textil e integrante de la rama textil del MTE
** Socióloga e integrante de la rama textil del MTE

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