7 octubre, 2020
Dos semifinalistas argentines en la meca del tenis
16 años pasaron de la última vez que hubo al menos dos semifinalistas nacionales en Roland Garros, el torneo de polvo de ladrillo más importante del mundo. Esa vez fueron cuatro argentines, pero desde aquel año sólo tuvimos algunos éxitos aislados, todos masculinos. Este jueves Podoroska y Schwartzmann irán en busca de la tan ansiada final.
Hernán Aisenberg
El último martes el deporte argentino nos entregó una sorpresa doble, de esas que solo se explican por el esfuerzo extra que hacen los y las nuestras para palear y correr del medio las desigualdades a las que se enfrentan quienes compiten en este deporte desde estas latitudes tercermundistas. Especialmente en polvo de ladrillo, que cada vez se juega menos.
Primero fue Nadia Podoroska, de abuelos ucranianos pero oriunda de Rosario y surgida del club Fisherton, que también vio nacer nada menos que a Lucha Aymar. La “rusa” empezó su carrera soñando con ser Gabriela Sabatini. Estaba marcada por las dos deportistas argentinas más grandes de la historia. Atravesó grandes dificultades hasta llegar al martes, cuando ganó cómodamente 6-2 y 6-4 y se metió entre las mejores 40 del circuito femenino, con grandes chances de ganar un Grand Slam con apenas 23 años.
Al finalizar ese partido salió a la cancha el Peque Diego Schwartzmann, quien llegaba al torneo con la ambición de meterse entre los mejores diez tenistas del mundo. Para eso tenía que vencer en cuartos de final a su amigo y compañero de dobles, el austríaco Dominic Thiem, que además de ser el tercero del ranking mundial, venía de jugar las últimas dos finales en los otros Grand Slam, y también venía de perder las últimas dos finales de Roland Garros frente a Rafael Nadal.
El partido del Peque fue largo y parejo -tal como se esperaba- y tuvo grandes altibajos, pero después de más de cinco horas de luchar y resistir, el porteño se llevó su premio. 7-6, 5-7, 6-7, 7-6 y 6-2 fue el triunfo histórico que, además de cumplir con el objetivo de Schwatzman de ser top ten, rompió el maleficio que impedía ver a dos argentines en las semifinales de este torneo tan importante. Ahora espera dar el batacazo contra Nadal, que es el gran candidato.
En 2004 fue la última vez, año que Gastón Gaudio ganaría la final frente al otro argentino Guillermo Coria. Ese año también fue semifinalista David Nalbandian, y podría haberlo sido Juan Ignacio Chela, pero perdió con el británico Henman en cuartos. La cuarta semifinalista había llegado aquel año por el cuadro femenino. Paola Suárez no sólo había sido la última argentina en llegar tan alto, sino que además fue la última latinoamericana hasta la llegada de la rosarina.
Vale destacar que esta edición de Roland Garros ha sido extraña. Además de su postergación por la pandemia mundial y la diferencia climática por el atraso, muchas lesiones y algunas precauciones por el coronavirus hicieron que varios jugadores y jugadoras que deberían ser protagonistas, no estén. Eso deja lugar a las sorpresas. Además, se trata de un torneo que va perdiendo jerarquía año tras año. El circuito cada vez tiene menos torneos de polvo y más canchas rápidas. Sin embargo, para la Argentina esta sigue siendo la meca, y nuestres compatriotas continúan soñando con ganar en París.
En los últimos 16 años, el Peque fue apenas el cuarto argentino en alcanzar una semifinal. En Latinoamérica, fuera de la excepción del chileno Feña González, la situación no es tan distinta. El deporte es muy practicado, pero el costo económico para llegar al alto rendimiento depende exclusivamente de cada deportista. Ellos deben conseguir sponsors -incluso antes de llegar- que les permitan costear viajes, hoteles, entrenamientos e incluso la inscripción a los primeros torneos. Sin embargo, la lista de tenistas varones de Vilas para acá sigue siendo larga, porque las marcas suelen acercarse al tenis masculino y porque además hay varios torneos chicos, de poca monta, que a los latinoamericanos les sirven para sumar algunos puntos sin tanto costo ni viaje.
Estas dificultades organizativas y financieras se multiplican ampliamente en el caso de las competidoras mujeres, que prácticamente no tienen torneos por estos pagos y el nivel de sponsoreo y de marcas mirando y apoyando el tenis femenino es muchísimo menor y mucho más concentrado en las primeras planas internacionales.
Por eso decimos que la historia de Nadia no es aislada. Ella fue una de las argentinas más jóvenes en entrar al circuito, con apenas 14 años. Sin embargo, el ascenso en el ranking resultaba casi imposible. Si bien algunas lesiones le afectaron los primeros años, sería muy injusto con ella y con las demás tenistas quedarnos ahí.
Sin ir más lejos, la rosarina después de las lesiones fue campeona Panamericana, y con eso consiguió su pasaje a Tokio 2020 para pelear por una medalla. Sin embargo, su ranking seguía posicionado por debajo de los primeros 130 del mundo, y eso le seguía impidiendo clasificar a grandes torneos.
A este Roland Garros llegó por la Qualy (fase previa del torneo para aquellos y aquellas que sin llegar al ranking de clasificación directa, buscan un lugar entre los últimos y las últimas) y fue la primera latinoamericana en entrar al cuadro principal de este Grand Slam en los últimos seis años. Llegó a París en el puesto 131, pero luego de ganarle a la candidata al título en cuartos de final se sabe que quedará por lo menos entre las primeras 40. Eso no sólo significa que recibirá invitaciones a los grandes torneos de aquí en adelante si se logra mantener, sino que además ya ganó sólo en este torneo más de lo que había ganado con el tenis hasta la fecha, lo que le permitirá seguir costeando esta carrera y apostar a sus sueños.
“Las mayores diferencias con las europeas o las estadounidenses no son en talento, sino en oportunidades. Jugar cerca de nuestras casas, de nuestra ciudad, sería algo muy bueno, es mucho el esfuerzo que hacemos las latinas para insertarnos en el circuito” dijo la rusa esta semana, luego de contar que en 2018 decidió mudarse a Alicante para estar más cerca de los campeonatos. Allí se paga el alquiler, le paga a sus entrenadores y también costea sus estudios por si el tenis no termina brindándole una carrera económica suficiente.
Por eso podríamos haber estado hablando del talento de Nadia -que sin dudas lo tiene-, del trabajo neurocientífico que está haciendo en España, que probablemente sea muy interesante y haya ayudado mucho, pero no podemos dejar de atender las dificultades que nuestras deportistas tienen que superar para estar en lo más alto y conseguir los logros que algún día consiguieron las Gabriela Sabatini o las Lucha Aymar. Si queremos más de ellas, hay que trabajar para igualar oportunidades.
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